jueves, 14 de junio de 2007

Tres de la mañana

Despertarse a media noche a mediados de un sueño extraño es una experiencia que ya se me va haciendo común. Cuando los sueños son lindos, queda una sensación de haber viajado a un mundo mágico y cierro los ojos con una sonrisa, lanzándome un clavado al vacío de los sueños para regresar. A veces funciona, y a veces solo duermo profundamente, pero descanso.

Otras veces, el sueño es inquietante y despierto con lágrimas en los ojos. Y cuando me doy cuenta que es un sueño, no quiero volver a dormirme. Quizá no me doy cuenta que es un sueño, y sigo con el corazón inquieto. Hace unos dias, en la mentada hora de las tres de la mañana, tuve una pesadilla y no podía despertar porque no me había dado cuenta que era un sueño. Lloré y lloré hasta que Rodrigo me despertó. Ni siquiera quiero escribir aqui lo que estaba soñando, pero no olvido esas imagenes.

Anoche me desperté a las tres de la mañana. Me desperté sin haber soñado, con la respiración de mi esposo a mi lado y la conciencia de que mi niña esta dormida en la siguiente habitación. Por unos momentos, completamente sola en el mundo, o así lo parecía. Disfruté unos instantes de esta soledad acompañada, sin intenciones de dormirme. Y no me di cuenta cuándo me deslicé de nuevo a hacerles compañía a Rodrigo y a Judith.

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